Revista Internacional de Poesía : "Poesía de Rosario" Nº 20
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CONSTELACIONES DE LOS DÍAS

Ensayo

Rastro, rostro y restos del país del poeta


 

Sin ninguna duda recorrer el libro Constelación de los Días de Reynaldo Uribe es un desafío. El autor ha decidido organizar la obra de un modo que alterna la Historia contada en breves cuentos -sobre los que hablaré más adelante- los que se van insertando en capítulos entre los cuales se intercalan apartados de poemas. Cada parte se imbrica de tal modo con la que sigue que todo reúne una idea de construcción que deliberadamente forma un contenido en el que se van presentando diferentes voces pero a la vez una sola voz. El poeta por su lado esgrime su oficio que va desde la memoria más antigua al reconocimiento profundo del lar nativo pero también más allá de él, va a la raíz de la tierra, al tiempo, al infinito. El país es cantado en diferentes entonaciones, el canto de lo desigual, de lo perdido, amordazado y muerto, el canto de lo social injusto, la letra de sí mismo en medio del silencio que ocupan las desesperanzas. Otras voces se agitan en los tramos narrativos, acompañan al poeta quien apoyado en el cuento de Edgar Allan Poe La Casa Usher hace un recorrido similar para revisar metafóricamente la historia del país. El país que también es una casa, la casa por excelencia, aquella en donde se nace y –casi siempre- se yace definitivamente, aquella en la que todo duele y que tiene algo de mansión terrorífica cuando las puertas que se abren y se cierran retuercen sus goznes sobre los corazones de sus habitantes, quienes quedan convertidos en deambuladores sistemáticos o en presas para mastines o en desarraigados por obligación. La casa alberga, protege, pero también aísla, ahoga, separa de otros. Es propiedad de quien tiene la llave cuando debiera ser lugar de todos. Uribe ve bien la diferencia, la radica, la estigmatiza, la nutre con su palabra poética y con las asociaciones intertextuadas. Por otra parte, los poemas van enlazados a los significativos títulos de los capítulos que los contienen y a las citas de poetas intensos que refrendan y refuerzan, a cada paso, lo que el autor pretende grabarnos a fuego de palabra.

Para quien ha vivido, leído o recordado la historia argentina de mitad del siglo XX a esta parte y ha tomado para sí la variedad de escenarios y fragmentaciones de la realidad, la desarticulación de los sueños, lo posible y lo imposible, la maraña crecida entre las pestilencias y el disimulo, puede decir como la cita de De Béranger en la introducción del cuento de Poe «Son coeur est un luth suspendu; Sitôt qu’on le touche, il résonne». El poeta va hacia ese laúd suspendido, hacia ese país que quedó absorto, aturdido, y apenas lo toca, dentro de su memoria y de su propia escritura -léase: sangre- el país resuena, el poeta habla de esa resonancia interior que no se detiene, por el contrario, al paso del tiempo se revalida y se sustancia en palabra.

 

Introducción o el lugar de la sombra

 

 Al comienzo del libro un poema «Señorita sentada en la penumbra - a mi país» con una cita de Bécquer muy conocida: «del salón en el ángulo oscuro». Uribe dice: «La señorita sentada tiene el nombre / vibrante de la plata anteojos de carey las manos / delgadas pálidas los dedos / delgados pálidos la señorita/su rostro todo. / La señorita ve pasar / tras los geranios tras las rejas / del balcón tras los anteojos / de carey sus manos / su blanco rostro de señorita / que la mira desde el tiempo sentada (…) detrás de los cristales su nombre antiguo (…) Una lágrima rueda (…) / Pero la señorita no cae / no alcanza la vida para doblar / sus hombros su columna sus bordados / no caen los geranios ella / sueña no agota su tesoro / y su cajita de música aleja oscuros nubarrones / ella sueña (…) para proteger un sueño / o su nombre noble y su rostro (…)»

Argentum, plata, metal puro y blanco como su piel, ese nombre antiguo que fue el comienzo de la búsqueda, ese nombre noble y de todos los argentinos y ese estar siempre tras algo (geranios/rejas/anteojos), ese rostro que mira su propio rostro de mujer sentada mirándose. La «Argentum», la gloria olvidada en el ángulo oscuro que no puede caer en su propia realidad porque los sueños no se lo permiten. Pero también y a disgusto de muchos, la que no cae, es esa señorita sentada sobre el suelo de las riquezas de América del Sud, la del campo fecundo y la agricultura, la industria, el desarrollo universitario, la fuerza obrera, la capacidad de rehacerse detrás de los anteojos de carey y las manos pálidas (somos los pálidos de América Latina), ésa es la que no cae a despecho de tantos: está sostenida por el sueño de tantísimos otros que siguen a la soñada y se sueñan. Es tal vez toda esta sucesión de imágenes que la prosopopeya da una estremecedora y delicadísima analogía, una metáfora de construcción afable, sin exabruptos pero tan diciente que perfora agudamente todos los sentidos de la identidad y el habitarlos. La consciencia del nombre y de la pertenencia a ese nombre que vuelve a remitir a la casa pero en vez de cayente, como en el cuento de E. A. Poe, sostenida hasta ser salvada. Último escenario tal vez de una utopía que no se rendirá nunca.

 

Una constelación de géneros, autores y citas.

 

Si se piensa en la palabra constelación tal como la describe el diccionario, podemos decir que es un «conjunto de estrellas que, mediante trazos imaginarios sobre la aparente superficie celeste, forman un dibujo que evoca determinada figura, como la de un animal, un personaje mitológico, etc.». Tomando este significado se podría asegurar que el autor ha querido trazar precisamente un dibujo fino e intermitente como ya lo dijera, entre breves prosas y sucesión de poemas. Es así como se suceden los capítulos: 1er. Cuento, El día del juicio, cita de Saint John Perse: «Habitaré mi nombre, fue tu respuesta / a los cuestionarios del puerto. / Y sobre la mesa del cambista, / sólo produces asombro». 1er. Capítulo de poemas, Arte poética, cita de Valdimir Mayakovsky: «Nuestro deber es tronar como sirena de bronce / entre la neblina de filisteos / entre el bullir de tormentas», y además de Roque Dalton: «Poesía / perdóname por haberte ayudado a comprender / que no estás hecha sólo de palabras». El segundo cuento se titula La Solapa, con epígrafe de Javier Heraud: «¡El poder, vaho cruel y tierno, / hecho con mentiras y mentiras!», al que le sigue el espacio de poesía titulado Geografías que abre con Paul Eluard: «Yo estoy sobre la tierra y todo está sobre la tierra conmigo». Los tercero, cuarto y quinto cuentos titulados La fiesta, El espejo y Punto final están introducidos por citas de los poetas Cesare Pavese, Giusseppe Ungaretti y por F. Nietzsche, respectivamente. Deseo citar esta última que anuncia el capítulo aludido arriba, Punto final: «Las grandes épocas de la vida / son cuando tenemos por lo mejor / aquello que hay de peor en nosotros». Todos estos enlaces narrativos desembocan en un cuento último que alude ciertamente al final vivido por los habitantes de aquella extraña casa. Así también el narrador omnisciente cambia la versión de Poe y transforma el futuro de la casa y por ende ayuda a repensar lo ideal, ese ensueño que por más que esté lejos de la realidad, la sustenta.

Intercalados están los capítulos de poemas titulados: Miradas, Hilachas y Ciudad sin Sueño, cada uno con inclusiones de versos. En el primero de Ariel Canzani D.: «La sed. / Eso es lo que tengo, sed, y en este mar el agua es tan salobre que cuanto más tomamos más queremos»; en el segundo Edna Pozzi asegura con eficiencia sucinta: «Esta ha sido mi casa y no tengo otra»; y en el último tramo de poesías, con Luis Franco citado acertadamente por Uribe para cerrar el sentido de lo pretendido trasmitir, se lee: «La noche constelada por el abismo y por los sueños del hombre, / y el hombre oscuro constelado por la esperanza, / y la muerte, este transeúnte invierno del ser».

A propósito de los epígrafes, que tienen tantos seguidores como detractores, deseo citar unas palabras sobre Maurice Blanchot acerca del tema, que dejará en claro este recurso de inclusión de voces, reforzativo de las ideas e intencionalidades que el autor desea transitar en la obra.

«El «dire oui» del lector, necesario para Maurice Blanchot a la «affirmation que l’oeuvre est», se puede hacer extensivo al epigrafatario porque la comunicación que se realiza por medio de las citas marginales es cifrada, a veces indirecta, a veces vinculando toda una red de connotaciones; el «oui», por tanto, tiene que ser atento e inteligente. El empleo hábil, sabio y variado de estas inscripciones iniciales nos convence de que el escritor ha valorado convenientemente sus vastas posibilidades de uso, que cambia con el paso de los años y evoluciona paralelamente al desarrollo del pensamiento y de la obra, fiel en eso a su convicción de que «las formas son variables hasta el infinito porque siempre habrán de seguir la indicación del espíritu de la época»» (1)

 

Sucede que Uribe va desarrollando una estructura sustentadora de su decir que está aunada al decir de otras voces que vienen -por su sabiduría de lector comprometido- a participar del hecho creativo en Constelación de los días. Son al decir de Hugo Mujica «sus invitados», pero también son los que alguna vez recibieron a R.U. como «invitado» en los textos de sus libros, son los eternos vigías de su biblioteca, aquellos que con sus palabras nos despiertan del extravío mundano, nos dan palmadas de libertad de pensamiento y nos acompañan en el camino de construir la propia voz.

Dice Hugo Mujica:

«Yo creo que más que cita están incorporadas como texto, se insertan como continuidad, es como entramado. La cita normal es para avalar un texto. En vez acá están para aunar, yo diría, mi familia; son invitados. Son esa gente con cuyas voces yo estoy escribiendo y desde ahí digo mi voz. Para mí es como incorporar mis lecturas al lector, es como un regalo.»(2)

 

Por otra parte, en su cuento Poe incorpora autores que nos dan un hilo asociativo. Voces como las del Machiavelo de Belfegor; Campanella y su Ciudad del Sol; Swedemborg y Del Cielo y el Infierno; Holberg, El viaje subterráneo de Nicolás Klim; y por último el dominico Eymneric de Gironne con su Directorium Inquisitorum y además la cita de un «rarísimo y curioso libro gótico» -el manual de una iglesia olvidada-, las Vigiliae Mortuorum Chorum Eclesiae Maguntia. Este último alude al Oficio de Difuntos que nos remite en la obra al momento crucial en que se está velando el crítico final de la Casa Usher. Todos y cada uno de estos autores fueron para su época revolucionarios de las ideas, casi todos con preeminencia de lo místico y con el compromiso de pensamientos que se atrevían de un modo u otro a desafiar a la ciencia vehiculizada por la religión y los gobiernos. Pensadores que estableciendo parámetros que la iglesia y el espíritu de tiempos oscuros paralizarían su circulación serían víctimas acusadas de sacrilegios, castigadas mentes de los animados a salir del rigor establecido. Alquimistas, augures, magos, videntes pero también como en el caso de Giovanni Domenico Campanella, filósofo y poeta italiano que escribió la defensa de Galileo y el tratado utópico titulado La ciudad del sol viviendo en cautiverio y en cuyo texto se propone un estado sustentado en principios de igualdad, son éstos los Estados Teocráticos que ven a la religión como un sistema completo de vida.

En la Casa Allan participan también, a modo de línea de pensamiento y con efecto de complementación subyacente, voces que conducen a la integración de lo proyectado por Uribe. O podríamos llamarlas invitaciones para que el lector que no lo ha hecho, tome estas lecturas que se incluyen y las una hasta encontrar el propio hilo que genera este libro. Estas voces son: Mujica Lainez y Antonio Di Benedetto, autores de El hombrecito del azulejo y Reducido, respectivamente. Sólo diré que en ambos cuentos «lo mínimo», toma un papel preponderante. En el primer caso un hombre chiquito, dibujado, supuestamente inconmovible toma valor y vence a la muerte; el título del segundo es el nombre de un perro empequeñecido nominalmente pero de modo insólito e imaginario convertido en el factótum de los sueños del protagonista y es el gran desafío entre la vida y la muerte o entre el estar y el crear o con el animarse a soñar. Seres diminutos que hacen pensar en el amenazado mundo del hombre ante la enormidad del cosmos. Tomar conciencia de la pequeñez para ser grande. Antes Uribe citaba a Julio Cortázar en Continuidad de los parques como otro juego literario pero más allá de eso trae implícita la intención cortazariana de superar y descartar al «lector hembra» y llevarlo a una activa participación en los destinos de la lectura (léase: país).

Vienen también a completar este escenario coral las citas de Bossuet, uno de los clásicos de la lengua francesa, clérigo y luego obispo, compuso la primera oración fúnebre a sus veinte años, y aseguró que «La mort, démasque tout les vices, ce qui compte, c’est l’inmortalité». Las máscaras que tapan la realidad y por las que se ve tras… recordemos el primer poema introductorio del libro de Uribe. Van Helmont, autor de De magnetica vulnerum que significa «La curación magnética de heridas», que se publica a costo de la reacción de la academia europea y -según su autor- el desarrollo paracelsiano de las fórmulas le fue usurpado por los jesuitas. Traité des superstitions, de J.B Thiers, controvertido para su época quien cuestionó duramente los sacramentos. El oniromante griego Artemidoro de Daldía o de Éfeso, autor de Somniorum Interpretatione, reunió argumentos de sueños para fines científicos y didácticos en el II a C. Y por último a Collin de Plancy y su Dictionnaire Infernal, librepensador que decidió estudiar el ocultismo y la demonología y luego retoma la fe católica.

 

La dualidad de géneros y la univocidad de pareceres.

 

Este libro dual y único es difícil de definir. El texto completo es como el proceso de la respiración, inspirar y expirar, o tal vez como la alternancia de sístole y diástole. A todas las muertes (etapas históricas narradas) le sigue la vida (el momento de la creación), es como si el autor convocase a Cronos, el tiempo devorador de hijos de una misma patria, en este caso nuestra Argentina, y luego a Orfeo, que lo hace respirar profundo desde lo más reconciliable del ser que es la creación. Encuentro en el transcurso de esta lectura los sonidos más graves de la escala musical (el autoritarismo, la tortura, las desapariciones): «Paseaba por el aire un zumbido, como si cientos y cientos de insectos carnívoros se movieran al acecho de alimento», del cuento El día del Juicio; pero también los más agudos, los que hacen el grito unánime, perforante, incallable, esos que unidos se volvían insoportables al oído humano y había la necesidad de ahogarlos: «Nadie los veía, no tenían incluso forma humana. Pero cualquiera podía darse cuenta de que en cada sombra de los árboles descarnados que -alrededor del estanque- alzaban sus ramas al cielo, estaban ellos pidiendo justicia. En cada sonido gutural de pájaros y reptiles invisibles estaba la voz desesperada de todos…», cita del mismo cuento que inicia el tramo narrativo.

Y luego de esto en la sección de poemas Arte poética, «Omnia mecum porto» (a Bías): «vanos intentos / de abrazar el cielo / ahí está / el cuerpo devorado / por las ratas de la memoria, / incapaz / de reconocer su significado / sólo estigmas quedan / poemas, / como puñal / en el centro / del deseo». Este poema está dedicado a uno de los siete sabios de Grecia, el filósofo Bías quien ante el avasallante ejército de Ciro, en lugar de escapar con sus pertenencias responde con el «Omnia mea mecum porto» asegurando con ello que toda su riqueza era su sabiduría. Así también R. U. está en situación de parangonar su cuerpo, con el cuerpo social, del que aspiraría a que dijese también «sólo me llevo la experiencia de tanto dolor y de tanta rata en la memoria colectiva, en el centro del deseo» un profundo deseo de humildad y sabiduría.

Más adelante, del capítulo Miradas cito poemas II y III: «tierra / hombres de la tierra / disolver el olvido / en sacra oscuridad / que fluye / nuestros muertos / vuelven / de la luz / necesitan / descansar en paz» y «sombras / profundidades / plomo o misterio / fosas comunes / pircados sueños / como bulbos / fermentan / resucitan el gesto / ¿dónde está el piadoso / que rapiñó a Cristo / creyéndose inocente?»

Alturas y bajíos que pule, suaviza, va sutilizando con una mirada mística en que la armonía deja atrás las disonancias y se convierte en la Justicia plena y musical de lo trascendente -que por otra parte valga decirlo, no está ausente de la contemplación del autor-. Es así como en «J.S.B.» nos dice con simpleza, gratitud y espiritualidad, re-ligando los ejes: Hombre – Dios - Justicia y Palabra – Música - Divinidad:

«Si pudiera / con palabras / lo que Bach / con su música / compartiría / la diestra de Dios.»

 

Lo Fantástico - La Casa Usher - La Casa Allan

 

Es indudable que el cuento de Edgar Allan Poe es una de las mayores expresiones de este escritor vinculada al tema de lo fantástico, lo extra sensorial, lo paranormal, en fin, lo que para muchos significa «lo inaccesible». Al releer la obra, el clima fantástico que campea a lo largo de todo el texto hace que se posibilite la incursión en un mundo en el que el lector mantiene la respiración hasta el final, sosteniendo así un estado que va pasando por todos los matices del misterio hasta su resolución conclusiva que es la supresión total del ámbito donde se desarrollan los hechos, supresión que implica un borramiento de las escenas y del escenario tal como si nunca hubieran existido. El I Ching en su hexagrama No. 36 «El Oscurecimiento de la Luz» alude a la oscuridad como lesión de lo claro. En su última modificación dice: «Se ha alcanzado aquí el colmo de las tinieblas. La potencia tenebrosa tuvo al comienzo tan alta posición que pudo herir a todos los seres buenos y esclarecidos. Pero al fin ella perece, a consecuencia de sus propias tinieblas, pues el mal ha de hundirse en el mismo instante en que vence plenamente al bien, consumiéndose así la fuerza a la cual hasta el momento debió su existencia». Esta cita del libro oracular y de sabiduría, expresa algo que se puede advertir claramente al final del cuento de Poe, la casa hundiéndose en «el corrompido estanque» que «se cerró sombrío, silencioso, sobre los restos de la Casa Usher», la casa que luego de haber amparado entre sus muros el colmo del terror, inexplicablemente es tragada por «un estanque negro y fantástico que extendía su brillo tranquilo junto a la mansión». El narrador –que pudo ser herido por esas tinieblas- logra huir en medio de luces y cita «…Huí aterrado (…) De pronto surgió en el sendero una luz extraña (…) El resplandor venía de la luna llena, roja como la sangre…». De nuevo la lucha de la luz y las tinieblas cada una respondiendo a la inevitable defensa de sus propias cualidades y naturalezas.

La casa Allan está inspirada en esta suerte de muros que contienen algo que fluye entre lo vital y la muerte. Decididamente Uribe arma un escenario similar que fraccionadamente -como ya lo he citado- va narrando distintos episodios de la historia argentina contemporánea, refiriendo esto indudablemente a buena parte del siglo XX. Así va construyendo un texto de silencios, tal y como él analiza el trayecto histórico, especialmente la época de la dictadura, es decir el silencio obligatorio del momento recala en el primer texto narrativo construyéndose un silencio que tiene que ver con lo velado, con aquello de lo cual se sabe cómo se está contando pero que no se dice llanamente. El día del juicio es tal vez de todos los textos incorporados a la obra, el que realmente plantea el hecho de que lo oculto, lo secreto se estaba gestando dentro de La Casa Allan, e incorpora una pregunta retórica que va repitiéndose a lo largo del texto como pie donde se asienta la duda y el desarrollo de los hechos: ¿Qué pasaba realmente ahí dentro? Y remite entonces a la misma pregunta que se hace el lector con relación a La Casa Usher. Pero también remite al momento más sombrío que ese estanque insoportable ¿Qué pasaba realmente en las cárceles del pueblo? ¿Qué pasaba en la ESMA? ¿Qué pasaba? Uribe emplea muy bien el texto elíptico y va haciendo con ello el misterio. En La solapa, cuento que refiere al poder, toma como recurso metafórico figuras históricas: el Tío y la Tía, que no adelanto solamente por respetar ese omitido que hace el autor para que el evocado surja con más fuerza. La casa Allan es una metáfora de nuestra casa, la Argentina, y sus sucesivos gobiernos democráticos, golpes y por lo tanto gobiernos de hecho. Por ello al parangonarla, una casa con muchos misterios a disipar, con muchos silencios a ser reemplazados por verdades, con mucha elipsis a resolver para que finalmente los textos no silencien lo más importante de la historia.

 

Final con Hilo de Ariadna

 

Uribe va anticipando el final de este libro incorporando poemas de Luis Franco y es entonces que un augurio feliz se va advirtiendo en los versos de fuerte amor a la naturaleza, a los renuevos que ella impone al ciclo del invierno, de las purificaciones; y, vale citar del primer texto de Franco: «La luz más nutricia que la médula, / la luz que tiene alas y gorjeos de canarios. / La mañana que viene descalza para cruzar la vertiente del rocío. / La lluvia con su cabellera peinada a un costado / y que revienta un beso en cada gota. / El viento dejando en cada alma el polen del mundo. / Los dedos infinitamente maternales / con que la naturaleza cuida cada brote, cada nido, cada hilo de agua. / El caracol de los volcanes donde el oído escucha el oleaje del fuego. / Los pájaros con su celeste infancia insumergible». Y en el segundo texto al final, Luis Franco dice en los tres últimos versos: «Y el corazón de lo que vive / más rojo que el amanecer y la sangre. / Y las miríadas de almas diversas que integran lo Unánime.» Para finalizar la agregación se lee: «En tanto / los caídos por la causa del Hombre alzan sus puños desde las tumbas, / y aquende y allende las tumbas y dentro y fuera del alma, / asistido por el amor, sin tregua, / el sacro Todo late inmortalmente vivo». El trayecto de la idea se podría ir delineando más o menos así: en el primer texto Natura contiene al hombre y el hombre a Natura, por lo que macrocosmos y microcosmos se unen formando lo que luego será Lo Unánime, esas miríadas de almas que antes fueron amalgamadas por el polen del mundo, almas que en el ciclo del cosmos irán y volverán generando una perpetua transformación. Así Franco, citando este encadenamiento de lo eterno nos dirá que todo está en transformación, en cambio permanente, siguiendo un ritmo insondable y perpetuo hacia el futuro. También la vida y la muerte se alternan en una dialéctica tal como en aquél hexagrama 36 del I Ching, en el que lo que muestra es el par de opuestos oscuridad/luz motivado por una lucha intermitente e interminable. Para Franco «todo late inmortalmente vivo», hasta los muertos fuera de sus tumbas y sus almas. Uribe cita «ex profeso» lo que antecede poniendo así su voluntad de trasmisión del mensaje en la fe, pero no la fe tomada como virtud teologal sino en esa convicción de que finalmente la Justicia será viable, ella vendrá contra todos los vientos y las muertes, a decir que está viva y su voz se oirá «dulce pero firme como su mirada»; aquella que en un capítulo anterior la encuentra en un camino, amordazada, magullada y llorosa y diálogo mediante convienen en esperar. Esperar qué, tal vez el final del libro y la propuesta de la utopía resuelta y triunfante de la que hablé al comienzo. Entonces la «Señorita sentada en la penumbra» dejará también de esperar tras las rejas y los anteojos, y por ello sucederá la reivindicación. Eso sí, la Justicia pide que el narrador no le hable como a «loca o fantasma» asegurándole que «esto no es un sueño». Y allí remite inmediatamente a que la Casa Usher se distancia diametralmente de la Casa Allan ya que en la primera lo fantasmal y la pesadilla van de la mano hasta la conclusión y oclusión de la vida, en cambio la segunda promete la inauguración de un nuevo día, el retorno al equilibrio. Muros que en oposición al cuento de Poe se colman de glicinas y un estanque con Victorias Regias, la planta que crece en los pantanos y de una flor tan preciada, bella y exótica como el nenúfar. La Justicia es esa Ariadna, esperada por Uribe, es la mujer que con su hilo salvará definitivamente los muros y el interior de la casa.

 

Conclusión

 

Como se puede observar claramente el trayecto está habitado, la casa del poeta está residida por sucesivas lecturas y elecciones que, a su entero y pensado propósito refieren a los que moran en ella y lo moran. Uribe recrea a Poe de modo que utiliza la misma estructura de desarrollo narrativo trabajando un paralelismo en la toma de recursos, por lo que adrede muestra los dos mundos; el que subyace como texto fundacional: el cuento de Poe, ficcional desde todo lugar, fantástico como pocos, apasionante hasta el final, escatológico sin solución de continuidad, y el propio, el de Uribe, una estrategia de la metáfora para testimoniar la historia, aquello acontecido que dejó un rastro y un resto, y, de una conclusión que por opuesta a la anterior, se nos impone desde el lugar de la expectativa como la posibilidad de que sea un final abierto, aquél en que el lector ponga su huella, su vértigo, su acción, pero que nada quede quieto en esta querida Casa Allan.

 

 

 

ANA RUSSO


Bibliografía :

 

(1) DONATELLA MONTALTO CESSI - Universidad de Milán - La función lúdica de los epígrafes en el primer Larra

 

(2) SANDRA BIANCHI: Literatura de sabiduría



 
   
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