Patricia Díaz Bialet (Buenos Aires, 1962). En 1987 su libro inédito Destierros de Arena recibió el Primer Premio en el Concurso Nacional Pablo Piva, otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía. En poesía ha publicado: Los Despojos del Diluvio, Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1989 (Vinciguerra, Bs. As., 1990). Testigo de la Bruma, Mención Honorífica en el Premio Bienal de Poesía Argentina de la Secretaría de la Función Pública de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes 1991 (Vinciguerra, Bs. As., 1991). La Penumbra de la Luna Llena, Segundo Premio en el Concurso Fundación Inca Seguros 1992 (Vinciguerra, Bs. As., 1993). La Dueña de la Ebriedad de la Rosa, Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1993 (Vinciguerra, Bs. As., 1994). Los Sonidos Secretos de la Lluvia, Mención Honorífica en el Primer Certamen Nacional de Poesía Papiros del Siglo XX (Plus Ultra, Bs. As., 1994). El Hombre del Sombrero Azul (Dunken, 1ra Edición, Bs. As., 1996), (Dunken, 2da Edición, Bs. As., 1998). Papeles de Resurrección, versión en castellano de Resurrection Papers, de la poeta estadounidense Heather Thomas (Vinciguerra, Bs. As., 2004). El amor es una pluma de mercurio. Poemas elegidos (Las Otras Palabras, Esquel, 2007). Poemas suyos fueron incluidos en la película de Eliseo Subiela “El Lado Oscuro del Corazón II”.
AGUALAVA
Agualava cae de mi sexo.
Aguafuerte de químicos poderes.
Agua de prisión desmedida.
Agua de pequeña prostituta subterránea.
Agualava cae de mi sexo.
Pintado artilugio de mis labios.
Agualava aguaceite en borbotón de añeja ingle carcomida.
Agualava aguaceite de espeso puntapié en caída libre.
Agualava en queja de paracaídas.
Agualava en frotación constante.
Agualava por vos mi amor de veinte identidades.
De a sorbos te ofrezco mi agualava paraíso.
Mi rocío de muslo disgregado.
Yo te ofrezco mi dulce artimaña de gacela.
Mi amague de nudo.
El ardor de mi ojo de circo.
O el timbal de cópula en permanencia.
Gruta áspera de pico que penetra
la púrpura pluma de aire cuando gozo.
Agualava y su fluir en cauce anónimo.
Agualava y su tambor en talle de gladiolo.
De gorjeo.
De gruta acorazada.
Agualava por vos mi amor de quince abrazos.
Agualava aguapéndulo de piedra para ser fundida en franja de furia.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
FETICHE
al hombre manta de silencio
sólo si así alguien me penetra
yo florezco en cada espacio de polvo que me sobrevuela
sólo si así me dicen me contraen me retuercen con mano de estigma
si así me aplastan me lamen me aprisionan
aunque haya este vidrio esta pena
estos huecos exagerados en mi memoria
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
PISTA DE BAILE
al hombre de tiempo enjaulado
Acting upon information received
Rosie had everything planned
Stood in the garden with shotgun in hand
What a woman
Supertramp
y yo bailaba mi diminuta Italia
-ópalo de pista untada de muerte ahora-
y yo bailaba en hueco de hiena la verdad aristotélica
en orfandad de navío errante yo bailaba
mis piernas taconeando la madera
-los orgullos agónicos ahora-
y yo bailaba
con pablo con mariano con josé el fenicio maloliente
a través de la ventana tu oscuro maldecir de novio
y yo bailaba la melodía erguida
la menta en mi vaso de vapor y yo bailaba
los sillones eran góndolas de anclaje
un hilo hecho de sábado
una mesa en reposo
-los gatos escondidos en la luz a veces nos traicionan-
pero yo bailaba la eternidad de tu recuerdo el bretel de flores
bailaba en idiomas irresueltos
festejando mi naufragio mi partir hacia lo que queda
-un gramo de dolor se aferra a mí en estos días-
pero yo en mi hamaca de diosa o de zarina
yo bailaba la portentosa música
mi suerte tu whisky tu hermosa hermana
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
TU CUELLO VIOLETA ENTRE LA NOCHE
al hombre de flecha de imán húmedo
Como la poderosa anémona de la vigilia.
Como una púa perpetua tatuando tus mejores muslos.
Como la serpiente enemistada de la selva
te atrapa mi cardumen infinito,
mi nalga abierta,
el ruido tempestuoso de mi aire viciado.
Te atrapa solamente con la punta de sus piernas
mientras los curiosos caen como velas absurdas.
Tu piel de escamas de lobo.
Tu cuello violeta entre la noche.
Tus manos enormes cediendo paso en este lago leve de mi cuarto.
Cuando te encuentro siempre finjo ser inocente.
Sin embargo te atrapo cadenciosamente
con lenguas tenaces,
con mi filoso jadeo de ermitaña,
con mi camisón de seda verde.
Te atrapo en el sinuoso paraíso infame del sexo.
Porque hacerte el amor es parte de mi rito
como lamer el espacio vacío en tus rodillas
o conquistar los nudos de nuestro pasado inservible.
Hacerte el amor es parte de mi fuerza.
Todo bajo la antorcha muriendo.
Todo por sobre los otros.
Por sobre la noche ácida de mi vida.
Mejor pensar que los osos temibles de la infancia no vuelven.
Mejor hacerte el amor
como la reina exiliada
y tocar tu hueso absoluto
y traerte hasta mí.
Animal desatado en mi tormenta.
Bestia infiel reviviendo en mi cama.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
SEMEJANTE ESTUPIDEZ
al hombre de cruces invisibles
Parco destino de nómada para amarte.
Voz de culebra revuelta en mi memoria.
La barca de tu beso fraudulento
golpeándome en la habitación del hotel
un dislocado estertor bajo la caída interminable de la lluvia
el cuarto de baño abriéndose
amparándonos
ampliándonos el sobresexo
dos hermosas canillas para aguarnos la llaga
y mi tarde o tu noche
yo tu sierva para todo tu deleite
mis tres bocas de fuego royéndote la lengua
para prisma que multiplique mis escamas de goce ya tengo tu miembro emocionado
y entonces
como se supone en la vida doble de las arañas
yo soy yerba yacaré cascabel ardiendo
agito mi bola de sulfuro
-rígida nocturna-
me basto sola con mi sonido irreverente
trayectoria bifurcada en mi beso cuando beso
mariposa de hojaldre es mi conquista
mi permanencia
incluso las ansias de amar por siempre
semejante estupidez
un pueblo en el Norte
LA INMERSIÓN NOS REFLEJA TAL CUAL SOMOS
al hombre de flecha de imán húmedo
Debajo de ti y yo,
tú y yo, sinceramente,
tu candado ahogándose de llaves,
yo ascendiendo y sudando
y haciendo lo infinito entre tus muslos.
César Vallejo
cada vez que vuelvo a ese cubo de luz en donde flotan tus ojos submarinos
cada vez que intento devolverme a tu traje de acuanauta y a tu músculo ceñido
y que regresan las tardes de intrépidas tormentas
y mi entonces pequeño cuerpo atiborrado de cables telefónicos en una estéril cabina de un pueblo del sur
cada vez que reanudo la muerte de la amiga
el raso púrpura que te endulzaba el semen derrochado
o cada vez que tu dedo interminable merodea esta silla que ahora me deleita
cada vez que en posiciones extremas los ojos incautos de los vecinos se impregnan en el vidrio, en la maceta cómplice
cada vez que me zambullo en la opulenta carne que aún bebemos gota a gota en lo que se sueña
cada vez que en tu diáfana ingle de aguardiente me rozas la vida la urgencia las amarras
(era el tiempo imprevisto,
el tiempo de la cadena que aún luzco en noches de fiesta,
era tu pierna erecta como un mástil de fiebre,
el incesante automóvil hacia el hotel que todavía nace en el sur,
la duermevela con que adherimos nuestros cuerpos a través de kilómetros de espera,
el tibio escozor de aquello que perdura aunque nos duela)
cada vez que trago lo que extraigo de tu densa piel después del mar
sé que alguien conspira contra el mundo
y grita que no debo
sin embargo
yo me acerco a mi acuática mochila para olerte
como se huelen los búfalos antes de aparearse
como se huelen las camisas aún tibias de los muertos
como se huele el siempre fresco cadáver de la infancia
un pueblo en el Sur
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
LA ALFORJA
al hombre manta de silencio
por supuesto ahora tengo mi colchón de pecados
mi estrago de sexo
mi opulento manjar de hombre que pierna a pierna crea bocas donde antes había sólo piel de pato
por supuesto ahora gozo de gripes comunes
de espasmo a dúo
de rociado vientre húmedo
y entonces todo lo demás cobra la dimensión de una pulga
un miligramo de droga inofensiva
ahora mido mi paso en zarpazo de pez aletargado
mi codo es sinónimo de goce en sí mismo
y casi no bebo de nadie más en días de lluvia
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
PISTA DE BAILE (II)
Sótano infestado en tiempo que huye.
El hongo de la pena se pavonea entre sus sillas.
La pintura negra cae a borbotones.
Algo calienta nuestros cuerpos.
Algo vigila el entorno o el entierro.
Tambor de metal que acapara el aire.
Cabellos empapados y una gota de sudor que él recoge tenazmente.
Algo se arropa bajo nuestras blusas.
Y bailamos.
Bebemos el trajín, la polvareda.
Giramos en aletas invisibles y allí está ese hombre otra vez.
Acá los sobrevivientes
-que aún hoy no tienen la certeza de haber vuelto-.
Entonces cruje la tensa cuerina y nos sentamos a contragolpe,
sin huir, sin ni siquiera tocarnos,
porque todo puede desvanecerse en este simulacro
y no sabemos hacia dónde o hacia cuándo.
El hombre sostiene mi corazón en una pinza
y lo sopla
y lo silba
y lo acuna con sombras, con humos, con neblinas.
un lugar en Viamonte y Suipacha, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
ÁBRETE SÉSAMO
Ábrete sésamo tus piernas nutrias escondidas.
Ábrete sésamo tu dedal de escándalo plegado.
Ábrete sésamo tu rubia cintura mítica de siesta.
Ábrete sésamo tu claridad injusta en mi noche estática.
Ábrete por fin de este a oeste
fijando el foco cenital donde ya sabes.
Y mírame ahora en este mismo instante en que me abro yo
igual a un cabo de agua bendita sobre el náufrago.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
LA PUERTA
al hombre de flecha de imán húmedo
Uno toca la puerta de la casa
que le fue deparada a nuestras manos
mortales, como un tímido consuelo.
Fina García Marruz
Y de todo queda un poco.
Oh abre los frascos de loción
y apaga
el insoportable hedor de la memoria.
Carlos Drummond de Andrade
es que una sabe qué le conviene y entonces lo evita
abrir el prisma del verano y encaramarse a tus piernas en una discoteca
una sabe frotar el cabello de alguien que no lucha en contra del viento
disfrutar del peso de una pierna sobre las nalgas
y eso también lo evita
una supone que algo así va a modificarse a través de los años
la lejanía
los olvidos
las muertes
los asaltos de la locura
los otros novios que aman hasta hartarse
una intuye que el punto de contacto es efímero y perfecto
y que no se traga el líquido ancestral sin pagar un precio
y eso lo evita tantas veces como llegue
es por eso que ahora frente a tu puerta
a tu naturaleza de pez o de ciervo sometido
rozo la entrada otra vez
como hace años
como roza el perfil de la luna preñada de la playa
rozo la casa otra vez
y ella me responde
impar en su desdicha
la casa seduce con su noche irremediable
acusa un patio intacto para hacer el amor cuantas veces una quiera
y yo acaricio sus escamas
mientras un sol ovalado intenta resucitarme
jurarme que aún estás allí
junto a las conquistas de tu barco hundido
a las ballenas
o a lo que queda de mí en Buenos Aires
impecable esta casa
asusta de sólo acercarse
y yo la estoy lamiendo
para que aclare la arruga de mi frente única
mientras un sol ovalado acicala mi pena
la penetra
y la lanza de cuajo contra esta puerta que ahora palpo
algo de vos habrá quedado sobre la cena
sobre la espuma
o sobre el patio diminuto en donde cabe la luna
algo de tu rapto
de tu overall impreciso
en esta casa en esta playa en esta discoteca hecha de polvo
porque de mí podés ver claramente esta mano que roza
que no termina de rozarte
y se demora en esta lumbre eterna que me pierde
en la avenida que da al mar
en el holgado disfraz que ahora recupero
con tu navaja y mi espuma
yo derretida en tu espalda
con el soporte de tu omóplato estupendo
con mi camisa fucsia y tu vaso fluorescente
el pueblo entra en pánico cuando hay tanto deseo
las novias envenenan a quien sea
y al diablo con el hotel de arena decadente
con los demás
con los que se olvidan al instante
sé que te tuve desde la octava escuadra de mi anteojo
yo
la del avión apremiado
la cazahombres
la atrapamarineros
un pueblo en el Sur
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
PISTA DE BAILE (III)
Bajo el foco celeste y con la mano siempre ocupada
A lo largo del piolín desgajado de su pierna
El borracho se despluma de afectos, de podredumbres ajenas
Mientras empuña las copas impensables
Uno tras uno los elixires le aguijonean el recuerdo
Ya no importa quién es o quién ha venido a buscarlo
El borracho presenta su tapón de sueño, su anillo de hastío
Y siente cómo una mano apresa su cintura
Pero es inútil asirlo:
Todo el que se acerque se prende fuego
un lugar en Florida y Marcelo T. de Alvear, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
PORQUE HAY QUE TENER AMANTES (I)
al hombre de cruces invisibles
porque lo que se espera de un amante
de un moro gigantesco en plena tarde
en apuro de autos desatados
en veloz dedo que muerde cuando toca
pico de piedra que siempre arda
codo invertebrado para fluir por donde yo decida
no la culpa de niña aburguesada
ni los reproches en paño de asco a mi regreso
no se espera el llamado
el baile de glúteo inalterable
no se espera la postal con el anverso manchado
la lágrima de estupor de las novias paralelas
lo que una quiere de un amante
y de un amante que sea exuberante
es
la parte siempre húmeda
y su punta empapapesadillas
el corazón de esponja que no sienta
que no sueñe
que no estipule noviazgos o divorcios
que no se inmiscuya más de lo debido
que no indague
lo que se requiere de un amante
y más si es de tamaño orientaniños
si su turbante es tieso y a veces deja ver el animal en celo
es
parpadeo feroz que nos olvide al instante
arcabuz de furia si no estamos
que la sangre corra como agua
que se erecte por zonas
y que todas nos penetren
no se pretende del amante la carta que decida
los anillos de oro que mancillen
no se le exige forma de revolución alguna
ni compromiso ni peluche de bobo
no se le pregunta por los padres
los hijos
las mujeres de cocina fija
lo que se aguarda de un amante
y más si éste es cazador del Asia en sobreexilio
es
agualava y precio de pecado frecuente
porque por ejemplo
yo
con esta cara de humilde palomita de lástima
es lo que le ordeno:
inmersión de nata y entrepierna tibia
actitud de escolar amedrentado
le exijo más y más paseo púrpura y hervor de latidos bajos
más antebrazo de bronce que se cuele
o le explico:
así como respiro cuando corro,
así voy a respirarte la poca piel que te quede sin untar cuando te toque
así voy a exaltarte los pómulos con la brasa afligida
así me voy a ungir de vos aunque no te roce
porque eso se le reclama al amante
y más si es camello de peste para desprevenidas
que su taza de leche nos invada de a chorros
que sea exagerado redondel
incapaz de evitarse a sí mismo
que rebalse
que derrame
que despliegue su ala de líquido liviano
que someta
que se infiltre
y que su fuente de natilla nos ensucie
se le implora que eyecte que succione que apriete
que se desvista de una buena vez y nos rocíe
que nos embista
que nos alarme en cadera de histeria
que nos reduzca el alma insípida que siempre insiste en dar la vuelta
que no interponga piojos pensamientos
se le suplica crema
manteca de senos
que nos frote en espesa gelatina
y se le ofrecen gotas transparentes
prismas de fuego que los otros pueden oler mientras caminan
en este placer de ruta de dos horas y media de tu sopa necesaria
al amante se le ofrendan los pezones ya probados
el tambor de vicio que comienza en el ombligo
la hermosa abertura de paraguas
las aristas volcanes
los quejidos de bordes ensanchados
el rapé de horma enrojecida
se lo araña
se lo arrienda
se lo diluye en saliva y se lo traga lentamente
con ojo de zampoña se lo atrae primero
para manar en él cuantas veces sean necesarias
se le produce urgencia
intolerancia
rapidez de sábado y verter de abeja laboriosa
se le promete pecunio imposible
y luego se le mira el brazo
y la vena que lo atraviesa saca de sí su vaselina como perla erguida
al amante se le ejecuta por trozos
como un emparedado se lo abraza en rapto de boa
se le dan líneas erradas
telegramas que parten hacia nada
se lo presume
se lo caldea bien como si fuera un soufflé culinario y perfecto
se lo mantiene tieso
atornillado a su miembro
se le regoza
cuchillo de látex en mano
se lo reanima si falla
como yo por ejemplo
a él lo sostengo con mi sonrisa de yegua
y mi condón de adiestramiento
al amante hay que dorarlo con la punta de la lengua
hay que desbaratarle cualquier estrategia
preponderar en él
desajustarlo
envolverlo en su tapiz de sirena y tenerlo bien ceñido sobre el fuego
sobre la gana que explota
sobre la bermuda colegial que se desmonta
sobre la instancia de azufre que se yergue
que se cava en el aire
en esta ruta de dos horas y media
con tus piernas que calzan tres zapatos justos
y mis palabras al viento que las refunde en mí o en vos
ya no puedo darme cuenta
porque mientras camino o caminamos
bajan en socavones de grumos los deleites que te obsequio
y rezan su tibia oración
en el flujo de antípodas que cae como riqueza para que vos la levantes
de mi botella se precipita poción de ameba disipada
desciende la entrevida
la comba del orgasmo que se estima siempre favorable
un pueblo en el Norte
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
NO SOY MUJER DE ESTAR ENTRE OLLAS
... y la obligo a reinar,
a avanzar segura y espléndida
a apresar bravamente
las palabras amantes o guerreras
y a desdeñar las otras.
Amelia Biagioni
No soy mujer de estar entre las ollas
Ni siquiera incipiente prostituta
Convivo con el hombre hasta que aguanto
Hilvano pesadillas de trabajo en ésta mi ciudad ambivalente
Mi perra es el alma que se cuela entre la nube en plenilunio
El río, mi más perverso compañero
-cada mañana recuerdo cómo fue lanzado el cubo de agua en los que ya no regresan-
Rindo homenaje a mi hartazgo ante la utilidad de las cosas
Hago lo opuesto de lo que necesito
No sirvo para las tretas de la vida
Ni para la tediosa albúmina que abreva en mi pena
No sirvo para tamaña procesión de guerra
Para la locuaz enmienda del dinero
Para la sobrevida
Los lujos
O la madeja de pánico que se entromete en mi sueño
Entonces creo que el abrirme a vos es necesario
Pero nunca suficiente
Yo necesitaría un hombre ángel
Alguien que amordace el tiempo subterráneo que me nace
El palmo de frescor que me regrese al revés de la noche
Y finalmente un lugar esponjoso en donde hundirme para siempre
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
DE CUANDO APRENDÍ A NO AMAR
Ya no estoy aquí
No he cambiado de lugar
Pero ya no estoy aquí
Vasko Popa
entonces los demás me atraen me cobijan me gobiernan
pero bien internado en mi muslo hay algo de avestruz que huye
algo de vértigo profundo de malabar equivocado
por eso algo de mí
no todo
algo de mí se despedaza se quiebra se anquilosa
y regresa serenamente con sus escombros a su lugar de animal doméstico
y también algo de mí se yergue en caja de bestia
y me lanza estrepitosa hacia tu cuello erguido
hacia tu siemprenunca transparente en la promesa
algo de mí se evapora cuando me atraen me cobijan me gobiernan
cuando en este mismo sillón el dedo infame me corrompe
cuando justo debajo de tus glúteos se desenvuelve la parsimonia exacta
cuando entreveo vellos en septiembre
hombres duchas jabones diezmados en fricción tremebunda
por eso declaro que algo de mí
no todo
se repone a sí mismo el coto de ciervos malheridos
algo de mí se fuga envuelto en palabras
mientras miento felizmente en descaro de ahogo
y vuelvo a abofetear el aire
y me elevo desierta de mí
como se eleva el alma de celofán de los niños cuando mueren
un departamento en la calle Posadas, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
CALLEJÓN Y SU TEATRO
al hombre de vagón secreto
Después de nuestra hierba.
Nuestra nata en el vagón a medio habitar.
Nuestra descarriada escuela de peldaños.
Tu regazo era entonces,
mejor dicho,
tu regazo era un tibio gesto de península inconclusa.
Pero aquel día aquella tarde
el próximo escenario y su eco de zinc sobre mi falda.
Mejor dicho,
tu regazo era aquel día aquella tarde
una taza de balas amarillas.
O QUIZÁS
yo en tu regazo
-humeante trazo de recuerdo-
era la sopa de hervor mágico que se desea siempre en el invierno.
Mejor dicho,
y digo bien,
aquel día aquella tarde
nosotros imploramos lo sagrado,
lo que siempre permanece aunque no estemos.
un lugar en la calle Humahuaca, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
MONTAÑA DE HUESOS
Debajo de los inútiles escritores,
en silencio,
puede oírse el Poema hipnotizando el mundo.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
LA TRAMA
Traspasada por hebras de alfalfa tierna bajo los pies
la infancia no trasciende sus intimidades,
sólo quedan espejismos, trampas, herrumbres.
Elda Massoni
De haber tenido hijos habría parido monstruos
alfileres eternos
cucharadas de tiza para mi sed imposible.
Porque enreda por demás la trama que se teje en la familia.
Asfixian sus hilvanes
sus hilos retorcidos
su coma persistente.
Se reitera el ahogo
el error de nacer
el desprecio de Dios
la puntada sobre la herida sin pellejo.
La manta en peripecia no es más que una erupción de niebla reprimida.
De haber parido hijos habrían sido malos entendidos.
Me habría reservado goces extremos
porque conozco la trama que se aborta
y se echa a rodar en busca del metal que la contenga.
La trama que casi desintegra el aliento de sus cómplices
que urde para siempre el negro fusil de la memoria
y el tejido precoz que nos amarra con su cuenco de sangre y con su herencia.
La trama que se teje en la familia.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
EN SU CUNA AÑEJA
a la mujer de pluma de pena en la oscuridad
¿Quién está adentro?
¿Quién está afuera?
Roberto Juarroz
por espacio de mente cayendo en forma de cometa
por espacio de lucidez absorta
por espacio maltrecho arrancado de dios a cuentagotas
por espacio de horma inaudita puedo verla
allí
maquillada para honrarnos
de pie en su cuna añeja
recuperando quién sabe qué sueño qué podredumbre ajena
allí
escueta en su alegría
mudada de ropa y arrastrando su densa sombra
una casa en el barrio de Almagro, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
ELENA Y CONSTANZA
ladrillo tras ladrillo
una dilucida su infancia
y la poesía es la raíz desnuda
en el origen
-un cometa la apunta desde afuera-.
Ella manipula los juguetes con destreza de bruja.
Resume en sus dedos lo que habrá de tocarle en suerte.
Sentada en la baldosa de polvo de esa casa ya desvanecida
su mano no tiembla.
En vez,
coloca tapete tras tapete,
construye el castillo que luego será su vida
-ella aún no lo sabe-
pero denigra la calidad de su niñez
como si no mereciera tener lo que las otras.
Con los muslos aferrados al piso
Elena y la otra sobreviven a sendas familias.
Un abanico de padre enloquecido,
hermanos a medio fabricar,
prematuras ideas del amor que jamás llegará como debiera.
Las diez uñas apresan el juguete.
Sostienen el mundo que siempre se les viene encima.
Hurgan por demás en la suerte y nada rescatan.
Elena se erigirá,
se desplomará,
se hundirá en cientos de hombres,
atisbará la causa,
luego trocará en camaleón de luna.
Ahora no lo intuye.
Solamente sus muslos ya fríos en el seco departamento
mantienen la jugada,
la baraja dispersa.
Elena y la otra,
la que sufrió el cartílago pesado,
la que proviene del suicidio.
Elena y la otra
-aunque jamás vuelvan a verse-
se unen en sus pedazos.
Casi se imitan en lo trágico.
Ellas acaparan el suelo
como si el temblor no fuera así a dañarlas.
un departamento en
la Av. Santa Fé, Buenos Aires, 1973
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
HUMAREDA CELESTE
El tiempo, el tiempo, siempre el tiempo.
A veces, felizmente.
Betina Edelberg
Si yo navegara en un mar de esquizofrenia
otros rezarían por mí.
Abrirían la tuerca aceitada de la palabra.
Colmarían mi pena con dones casi hídricos.
Vendarían mi angustia.
La pondrían al alcance de los otros,
que rezarían por mí.
Pienso que si navegara en mi mar de esquizofrenia
estaría un poco más a salvo.
Prendería fuegos inconclusos.
No tendría culpa alguna,
líneas de conexión posible.
Y además,
si yo navegara y no justamente a la deriva por mi mar de esquizofrenia
recibiría obsequios,
mimos,
valoraciones extremas.
Me arroparían por la noche.
Nada me separaría de mi penuria
porque no habría penuria:
solo humareda celeste hilvanada a mi infancia.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
EN LA ESPESA CALMA QUE RODEA
a Heather,
porque las dos roemos nuestro hueso en el mismo silencio
¿Y qué viniste a ser en esta arca impar
donde también “conmigo mi raza se termina”?
Olga Orozco
Noche de sapos histéricos en esta media mesa y su protuberancia.
Noche de escoba en descalabro
de grillos siniestros mutados en culebras.
En la espesa calma que rodea
mi perra roe su último hueso
y es ahora ella un arcabuz que explota
que refugia en sus dos patas el pasar de la muerte por la playa.
Valeria del Mar, enero 2007
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
EN LA MISMA TIERRA
Ahora la fiesta es en un jardín y las ropas flamean en mi destino de paria.
Los alborotos los hombres que no llegan.
Yo juego a encontrarte bajo la misma tierra que te sepulta.
Una camisa pende de su gota de ansia.
Yo husmeo en tu cuello de sátiro.
Hurgo en demasía como la yegua en celo.
Pero esta misma tierra y laja y mármol te sepultan.
La fiesta entonces no conmemora, no recuerda, no santifica.
El muerto bien muerto está junto a nosotros,
debajo de nosotros,
envuelto en su camisa de lino deshuesada.
Y por cierto yo escasamente clavo mis pezuñas pero sólo hay tierra y abandono.
Ni una víscera,
ni una voz de alerta,
ni el botón que se desprende de la vida y se ofrenda al perro todopoderoso.
El muerto bien muerto está junto a nosotros,
encima de una gasa en nuestro sueño,
adentro en nuestra médula erizada.
lo sé
porque cuelga de su oreja una leve ventisca intermitente.
fiesta en un jardín, 1974
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
FIESTA EN LA TERRAZA
El aire se movía en la terraza con peso de pólvora en verano.
En mi mundo un candado protegía de lo otro.
Y yo jocosamente conducía mi bicicleta.
Hasta la sangre ardía feliz en su ignorancia.
Batía huevos en tortas primordiales.
Bailaba en la terraza mi movimiento de oasis inconcluso.
Y nadie se atrevía a contradecirme.
El candado,
fiel a su metal,
reservaba la memoria para después de un tiempo.
En lo externo se degollaban hombres y animales.
El vicio era feroz.
Imperaba la potestad del matadero,
el latir de la furia.
Hacia más allá de mi candado
miles de hombres eran acribillados.
Desde la terraza nada me parecía extraño.
Sin embargo agudizando el oído
podía escucharse cómo roían los sótanos
unos pequeños fantasmas amordazados.
Buenos Aires, 1977
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
GOLPES DE SUERTE
I am Envy, begotten of a chimney- sweeper and an oyster-wife.
I cannot read, and therefore wish all books were burned.
Chistopher Marlowe
Converso de noche con mis muertos.
Mejor dicho, enumero recuerdos como excusa.
Luego imploro milagros
y golpes de suerte.
Y mantengo a mis muertos bien inmersos en mi vértebra
Petrificados
Cosidos a mi centro eterno con puntadas invisibles
Ellos prometen golpearme con la suerte
Quién se cree –piensan– esta mujer pájaro y cada pluma es una pena
No le daremos la dicha del trabajo predilecto
Ni los pocos dones que hemos dilapidado
No le daremos garra de navío
Ubres extendidas
Yema de éxtasis incesante
Prometen mis muertos con sus dientes relucientes y sus pieles aceitadas
Y luego bien golpean con el puñal de la suerte
Quién se cree esta muñeca engarzada en su propio fracaso
Bien habremos de golpearla con el bastón de la suerte
Mujer murciélago de lavado deseo de cometa
Habremos de empalarla a contrapelo
Sórdida mujer henchida de envidia permanente
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
COMO AGUA DE COLONIA
La vida se escurre como agua de colonia.
Y entonces recurrimos al pasado,
a su tejido minucioso de melancolía,
y el hígado se vuelve un tanto medieval a pesar nuestro.
Porque la vida se escabulle como ceniza de pasto
y lo que vuelve sólo apenas nos contiene.
Existe en nosotros un porvenir absurdo de cosa efímera,
una utilidad de muerte que no desciframos por completo.
Tracemos entonces una suerte de bosquejo a modo de tiempo transcurrido.
Veamos qué de pauta trágica podemos acribillar con nuestro beso.
Y revisemos el alfeizar que se derrama secreta y lentamente sobre el mundo.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
PISTA DE BAILE (V)
al hombre de tiempo enjaulado
un tiempo de morir
momentos apretados como dados antes de la caída
Leonor García Hernando
Y sólo por el carretel de memoria en la siesta
yo regreso a él,
a su asunto negro,
a su precoz variedad de cigarrillos,
a su camisa esponjosa en la madrugada,
a su paso de cockteleras somnolientas.
Acudo a su cadera,
a lo que ahora es polvo para siempre,
a aquél que llueve ahora en vez de bailar,
en ese lugar que ahora es aire,
tierra fermentada,
jauría de gritos desaparecidos.
un lugar en la calle Demaría, Buenos Aires
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
LA CAJA
al hombre de pulcra víscera lunar
And cloystered in these living walls of Jet
John Donne
Si una gota de sangre descendiera por Helima por Juan Carlos hasta mí
arropándome el vacío que me unta el corazón en la mañana
o la feliz mediocridad con que clavo agujas en mi sueño.
Si una sola gota de sangre se elevara desde su polvo,
acariciara la sierra,
el pavimento,
el periplo vago de las cajas de misterio.
Porque hay hombres que en vez de huesos
han tenido pulcra víscera lunar.
Por eso mi orgullo aunque no participe de la fiesta.
Por eso mi saltar de rana en su reino.
Es que parte de mi estómago
de mi iris
de mi ademán de hembra dolorida
baila a la par del gen satisfecho
de los honestos dones en su cáliz.
Porque hay hombres que han sido ración de historia desmedida.
Por eso no nos valdremos hoy de los sarcófagos
ni de los abismales diques de mi infancia.
No nos representaremos con andar insignificante en Alta Gracia
o con parcial recuperación de olores paternos.
De nada sirve que aúllen los otros como extasiadas parturientas
porque hay hombres que permanecen,
que trascienden la tabla indómita que se les entrega al nacer.
Salta desde tu cuerpo una pulga
y ruge ante mí su gran fatalidad de mensajera.
Trae tu libro
tu barba hidalga y descansada
trae en su valija la frecuencia de familia que no tengo
-y pensemos cuán infinito sería lo que no se tuvo nunca
o cuán infinita sería la valija de sombra de piel de cordero que la pulga carga
/pesadamente-.
(Se mira con ojo transparente cuando se encuentra la piel explotada,
la tierra vuelta prostituta de magnate,
el niño con su hacha a cuestas,
la mina diezmada en su sopor de hastío.
Se aprende a mirar con el ojo justo delante de la napa de agua indecente,
de los saqueos de todo excepto el alma,
del malevaje procaz que rige el circo del dinero.)
Clandestinamente llega el mensaje de esa pulga:
la cantidad exacta de coraje que se lega al descendiente
(porque –razonemos- qué se hereda cuando no hubo herencia
cuando el regalo fue la barcarola arrumbada
y la ira del mártir en su hospicio.)
Y entonces mi fuerza de ballena remedada me dicta el segmento justo en mi conciencia,
los ancestrales motivos de la cal que te decide
detrás de tu horno mágico
en donde se cuece el destino de las aguas.
Por eso mi apatía huye ferozmente
-reptil en llamas cubierto de alquitrán y plumas-.
Yo bostezo una parte de mi vida sobre tus huesos
y sobre esa ínfima ración de esponja púrpura que corre por Helima por Juan Carlos hasta
/mí
y entonces me enfrento con mi hastío
lo aguijoneo con lanza de veneno
lo guillotino en demasía
(así se hunde en ese flaco colchón que lo amamanta)
y cuando estoy ya bien despojada aguardo la señal
la privada caricia que no hubo
y sé que es una sinrazón este despertar de nuevo
este ansia que diezma que aplaca que sumerge en lodo mi pesado andar de mula
y humedezco mi labio con tu gota de sangre
-vampiresa de papel crepé-
y succiono lo que queda
y,
gracias,
te debo a vos
ser este pájaro resucitado.
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
TANTA MUERTE ENTRE LA MUERTE
a I.
Entonces escucho las aguas y te percibo.
Odysseas Elytis
y ahora cómo se vive después de tanta muerte entre la muerte
cómo se respira lápida tras lápida
zapato valija diente violín sobretodo
y en el agujero máximo el hueso invisible
cómo entre la montaña de náusea puede una decir algo
hablar siquiera de lo suyo
(o afirmar yo podría haberlo imaginado)
cómo recobrarse el corazón y no arrojarlo al foso que significa ahora el mundo
cómo repensar al hombre
al satánico esquizoide
pero ahora mismo nada acude a mi poema
todo se detiene
soy un avestruz inmóvil en el viento
y en mi ojo de quilate transparente
veo caer cuerpos como escombros
o piñas
o meteoros
o carnadas
veo franjas de cadáveres humeantes y nada de eso acude a mi poema
veo ríos espesados como el café que una olvida por semanas
veo la tierra seca a través del agujero en donde anida la bala
y una rasurada nuca que suplica
pero insisto en que nada de eso acude a mi poema
veo a la mujer pariendo
mientras una insignificante bomba de luz gotea el frío del calabozo sobre el cartílago
/traslúcido
y nada de eso acude a mi poema
tamaña cobardía
tamaña idea satánica esquizoide
pero nada de eso acude a mi poema
será quizás porque mi piel es ahora líquida anestesia
se lanza desde un aeroplano un casi esqueleto
lo hace una mano mecánica,
también más muerta que los muertos,
lo hace una mano aguijón que se envenena a sí misma
pero hoy nada de eso acude a mi poema
tamaño plan tamaña cobardía
ella sigue pariendo y cada contracción es un disparo
una caricia de verdugo
una excreción que la sepulta
cae el frío en su plenitud eléctrica
y la bomba de luz alumbra a la que sigue pariendo
como si evitara dar la vida a quien no sabe de qué se trata este foso que es ahora el mundo
o en qué espesura
-si en el río o en la ancestral cobertura de la pampa o bajo la columna de cemento-
quedará flotando por siempre su líquido amniótico desencontrado, disperso, huérfano
por eso sigue pariendo
en cuanto dé a luz
lo que le queda ya no será de ella
(tamaño plan tamaña cobardía)
pero nada de eso acude a mi poema
año tras año los mágicos cadáveres saltan de sus galeras
y dan el puñetazo propicio
regresan en partes
en trozos
en astillas
aunque sea un gramo de su alma -piden ellas-
aunque sea un fragmento de herida,
una bata empecinada en su dolor
pero nada de eso acude a mi poema
sólo veo algo que cae
algo que suma
algo que hace montañas
algo que quema
algo que se entierra bien profundo
-por eso a veces ni los perros lo encuentran-
pero nada de eso acude a mi poema
bajo la fría electricidad que gotea su parsimonia
ella –el instrumento ahora de su propio cuerpo–
sigue demorando el contraído impulso subterráneo
en cuanto dé a luz
será de lodo su tumba secreta
y será –inevitablemente– su medio fruto parido
lo que aúlle sobre la ola unánime que sobresalte los grandes yates en la noche
Patricia Díaz Bialet, de Agualava
MÁS Y MÁS SILENCIO
Saber que no hay respuesta
Y decir sin embargo
Algo hay Algo hay
Mario Trejo
Busca la Palabra como una enloquecida
Exige la Poesía
La rasguña
Le quita la cáscara
No logra apresarla
Se ciega más aún
Merodea el vuelo del ángel
Implora piedad
A ella deberían asignarle el Poema
Pero es una riña eterna
Busca
la Palabra
Hurguetea con ritmo
Un dedo tras otro
Arcones que podrían haber sido
Y le vienen a la mente Pessoa, Pizarnik, César Vallejo
Tienta a la desgracia
Define por qué le corresponde el Don que se restringe
Pone el énfasis en que a ella sí
Le dan más y más Silencio
Busca
la Palabra como una enloquecida
Patricia Díaz Bialet, de Agualava