Revista Internacional de Poesía : "Poesía de Rosario" Nº 20
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ADRIANA BORGA


ANIMALIDAD HUMANA. ADRIANA BORGA. Edición de autor 2010. Rosario, Santa Fe

 

 

Con un título que golpea por lo terminante, la poeta da la  primera imagen  y a su vez anticipa que los textos incluidos van  necesariamente  amalgamados a la forma más originaria del ser humano, esa que no conoce otro canto que el de sus vísceras, sus venas, el grito profundo de todo su cuerpo ante el miedo, el amor, el vacío, la sombra. Adriana Borga transforma ese grito animal en una poesía hecha con sangre humana y en tal simbiosis el resultado es un compendio de cuatro capítulos  de búsquedas, de afirmaciones, de un tomar sitio donde se debe estar,  y de definiciones  que finalmente resuelven esa búsqueda. 

La secuencia va de “Luna llena” a “Cuarto Creciente” pasando por supuesto por los dos estados selenitas intermedios “Cuarto menguante”, “Eclipse” que incluye los poemas “Animalidad Humana 1 y 2” y “Luna Nueva”.  Si nos dejamos guiar solamente por este decurso  celeste   podemos imaginar un trayecto de completud e incompletud, de variaciones  de un camino que como la luna, crece y decrece según los ciclos de la vida, y, en ese ritmo nunca concluido y por lo tanto eterno, su alma buscando legados, trazas, rastros, por donde afirmar el bagaje  de su poesía que por momentos se adensa y en otros se hace leve, imperceptible como un ala. Pero algo más que una ruta celeste hay aquí. A.B. anuncia lo que vendrá después  en “Legado indígena”  Todo en la naturaleza deja su marca/entiende el paisaje/y las necesidades del animal/al que buscas”.

En el primer tramo “Luna Llena” la contundencia no se hace esperar “El pantano, de allí quiero salir (…)Me tiran de tierra firme una soga(…)y me gritan que tome la soga, yo quiero, pero no puedo.(…)tengo frío y fiebre y una sola sombra”.  En “Pide lo que necesitas” “Sueña conmigo animal/no me abandones(…)tritura mi corazón/bautízame.”.  En plenilunio se produce la ruptura con leyes que ya no rigen su vida y construye su propia ley, (…) me arraiga, me transforma/bajo mi primer cielo/me amamanta la loba”. Y luego agrega: “Vengo en cuatro patas/ recubierta de pelos/ y con la palabra/ a preguntar” o “yo, animal en su guarida/te huelo…”

O “No descuides las formas/todo este animal/va a tus brazos”

En el último poema de esta primera luna el recorrido es tomar ese tiempo negro, soltarse, aprender los colores que están dentro de ese negro inmovilizador y comenzar a desentrañar los miedos, las penas, los recuerdos.  Aquí la luna llena ilumina con toda su cara imponiéndose en la poética de Adriana, animándola a ver, a dejarse ver en su propio  bestiario, en ese lenguaje simbólico elegido para dar razón a su modo de vivir el poema. Así entre lunas destellantes, y trozos de lunas menguantes y crecientes, como también en esa luna que por nueva no se ve y permanece en su oscuro recinto hasta parirse, así también durante los eclipses en que se producen los  ocultamientos de la luz, va el poema buscando su forma de decirlo todo por lo que en el apartado
“Eclipses”
dice en  “Animalidad Humana I” “Allí,/en la vetusta mirada que te alcanza/enhebras un goce/donde la marca de tu sangre/desaparece(…)Te anhelo hembra/(de nutrido pensamiento/sin mustias envolturas” y en “Animalidad Humana II”:  “De nácar y espasmo/perla oracular/traes el cuerpo/para mi alma/mientras  en fetal voz anida/apretado/entre vientre y pechos//el lirio animal /que fuiste. Aquí te espero/animalidad humana/mi existencia”.

Inextinguible el fuego del habla e inseparable del fuego del cuerpo.  Tratamiento eficaz de la palabra a la que la modela  con un trabajo por el cual configura las imágenes que entre blandura y contundencia “lirio animal” dan  fuerza inusitada a su discursoDe “Cuarto menguante” cito “Grito Animal”, Perra! Perra! Perra! Perro! Perras! Perras!  Perros!  Perros!  Perros!  Perro!,  estructura de una economía sintáctica secuencial que comienza con la palabra perra y finaliza con la palabra perro, en medio una multitud de sombras, tal vez de  espantos que hacen de la transición un camino desesperante y aullado.  Y luego “Sueño con mi mamá”:  “Fui a visitar a mi mamá/ a la casa que teníamos/Yo estaba como un perro rabioso/Con un tono de voz como si le hablara/ a una criatura mi mamá me decía: “No es rabia, es dolor”. De “Cuarto creciente” “Se diluye en el celo/de esta húmeda noche/el néctar que nos protegerá/para que libemos la vida./Dos abejas obreras que empiezan/a construir las paredes de un  panal./ El techo les llevó años,/sufrían porque no lo sabían”. Un libro que nos proporciona un sentimiento de autenticidad insoslayable, una confidencialidad con el lector que no puede esconder a una poeta decidida a cumplir con su destino y un tratamiento de la palabra que reitero, denota una elección se pudiera decir fibra por fibra para construir el texto, pero además la elección de un bestiario que va entre dulcísimo y salvaje, entre gozoso y dolido, entre pleno y oscuro, como la luna que en la astrología representa simbólicamente  a la mujer, a la madre, a la amante y a la exaltación de sus fases como emblema de nacimiento y muerte, renovación, iluminación, a la fertilidad,  al poder femenino y a la que en definitiva es la Diosa.  Este libro aparece prologado por la poeta Concepción Bertone quien auspiciosamente saluda este primer tomo  de Adriana Borga.  Ana Russo

 
   
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