“Los poemas” EDICIONES EN DANZA”, Buenos Aires 2011, de Reynaldo Sietecase.
Conozco la obra de este poeta desde siempre, se podría decir. Primero en un diario, cuyas especificaciones lucen al pie del comentario y luego en mi libro “Escolios”, amén de otras notas en Revistas, haber compartido antologías como la de “Argentina-Cuba” y de los sobrecitos de azúcar que por millones anduvieron dando vuelta durante los 80´.
Apelando a razones de brevedad, a todo eso dicho me remito y lo ratifico nuevamente, sin amiguismo, con hidalguía de reconocimiento a quien ha construido una obra poética y narrativa de peso en la escena nacional, guardando la objetividad que me permite hacer esta recensión.
Dije entonces en el diario: “Nueva poesía en libertad", sobre el libro “Y las cárceles vuelan”
Al referirme al anterior libro de este poeta, esto es, a “La dictadura del pan”1984(1), dije entre otras cosas, que la sola elección de los epígrafes eran claves para su lectura (Marechal, León Felipe, José Martí) y el de Robin Wood de “El cosaco”:”...Si dejas de pelear por tus muertos, dejarás de pelear después por tus vivos...”, anuncié que estaba ante un poeta de garra, hasta entonces, para mí, un joven poeta desconocido, excepto por notas y poemas pintados en las paredes <tal vez el poeta manco?, que no era uno, ni dos, ni sé cuántos eran quienes escribían poemas en las paredes>.
Hoy me encuentro ante otro libro de su autoría y tal como me ocurrió con el anterior, encuentro esa fuerza vital que emana de las palabras, cuando han sido sentidas, vividas y después transcriptas a letra de poesía. Entonces uno se elige lector del libro.
“Y las cárceles vuelan, también nos presenta epígrafes ineludibles que marcan pautas: “Y el cielo vuela y las cárceles vuelan”, decía Miguel Hernández, que, junto con otros como el de Carlos Drummond de Andrade; “El tiempo es mi materia,/ el tiempo presente,/ los hombres presentes,/ la vida presente/...”; junto con: “Mas temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas,,,” de Salvador Allende, inician el capítulo primero, justamente titulado El tiempo presente, luego de prólogo hueco que como texto de poema suscribe el propio Sietecase y dice:
Una explosión
el poema
que cae del estómago
a la boca
prólogo hueco
será
debida vida
sin las llamas
del verbo
retórica vana
descanción
sólo palabra
mosca en las axilas
llantos de comediante
mala siesta
al cuerno con los brujos
que la poesía, compañeros
todo lo cambie.
Mallarme tal vez se esconde detrás de la distribución de las palabras de este poema inicial. Y ya empieza con dos poemas fuertes que lo caracterizan. El primero empieza:
“Quiero que todos sepan que soy un poeta comprometido/ y luminoso/.Hoy voy a hablar de
la Dictadura/ como nadie lo ha hecho/ hasta ahora.../ Porque antes era fácil hablar/ recostados en el tibio bastón de la ira/ o sostenidos por los tremendos andamios de la amargura...”
O en el titulado “Los críticos”, en el que ironiza sobre escribir políticamente y hasta los ojos de su interlocutor se sonríen, “políticamente, claro”.
Inmediatamente aparecen la seriedad, la ternura y la gran esperanza del hombre en la mujer como liberadora de América a través de los hijos del futuro y nos dice:
“Amo a la mujer, no caben dudas.
Su gesto de inocencia permanente
y la tibia redondez que habita su cintura.
Amo a la mujer que me precede
y su origen oscuro
que acentúa
mi búsqueda inconsciente
de la esperma.
Amo a la mujer,
que quede claro
el ritmo inteligente de sus dudas
y esa forma de llevar su contextura...
Amo a Victoria Brill,
poeta y guerrillera
y a las burguesas
que no conocen su nombre
de bandera...
Amo a la mujer
que al sur del cielo
espera y avanza
indetenible.
Amo a la mujer
en la certeza
de que la libertad en este continente
estallará en el simple
girar de su pollera”.
El capítulo 2 titulado: “Al descubierto”, con la misma fuerza demostrada en otros temas, dedica a la mujer, su compañera, a quien dice de las formas que la ama:
“...con la claridad que sólo poseen los cuerpos que frotan entrepiernas en medio de la noche...”
De “Bocarriba”, tercer capítulo, se destaca especialmente el poema que dice:
La veo cantar,
le palpo la voz
los colores inciertos
que danzan por el aire
al viento fugaz
que emergen
de su esófago
lo bebo a bocanadas
tremendas y calientes
La veo cantar
y embriagado camino
árboles y cornisas
prometo heroicidades...
La veo cantar,
me desmesuro...
La veo cantar
jamás la escucho.
Transforma luego, aquel tan mentado para cuatro generaciones poema de G. A. Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas...”en un bequertango, género musical al que el poeta parece afecto, advirtiendo que muchas de sus experiencias volverán repetidas para que otros las vivan, menos:”...esa tarde de amor allá en Ludueña...”,contenido en este tramo de la obra, tal vez uno de sus más logrados trabajos:”Táctica y estrategia del abrazo” y ”Explicación” que invito al lector recurrir al libro.
El capítulo 4to., contiene poemas de viaje a otro país o a otro sueño y se titula “El sueño no puede parar”, como no puede el autor, ser andariego, geográfico o de ensueños.
Los platos fuertes, el Cap. 5 “Contraolvido al resto”, a las Madres de Plaza de Mayo preludiados por epígrafes de R. Walsh y J. Gelman, que comienza con un texto, cuyo título extrae a su vez, de un poema del desaparecido Roberto Santoro, el titulado “22 de mayo de 1986”, el primero como historia de había una vez y el segundo como poema epistolar, así como en “Consejos inútiles para amenazados”, donde se encuentra el poeta y el hombre que se llama a sí mismo:
(2)”...improvisado poeta / amigo del amigo.../ no marcaron mi piel.../no lloro en los bares...aunque lloro../ sobreviviente afortunado del espanto/ no me mataron/ ni cometí suicidio/ ni fui convidado / a beber el amargo/ vino del exilio./ Pero es necesario que sepan/ que no olvido/ muertos , suicidas y exiliados/ me lo impiden.”;
rumbo en el que Reynaldo Sietecase no sólo no es un improvisado poeta, sino que adquiere su mayor dimensión humana, condición sine qua non, para la palabra autorizada de poeta para poder decir que escribe poesía con lo más íntimo de su ser.
En “Maneras de sobremorir”, < Cap.6>, aparece el extenso poema “Los nuevos contenidos”, precedido por el epígrafe tal vez escrito por él mismo en un muro de la ciudad de Rosario: “Acabar con la terrorización de la muerte y la soledad, es tarea revolucionaria”, dando con esto una pauta suficiente de que el amor y la esperanza son realmente trabajos revolucionarios, en oposición a toda pena, que justificada o no, es retardataria.
“Palabras que son actos, que son flores, que son frutos”, decía Octavio Paz y que daba lugar a la pregunta de Kenneth Burke: “Qué intentaba hacer para sí mismo el poeta al escribir precisamente este poema...?”. La respuesta a cada interrogante, surgirá de cada lector que realice su lectura personal de estos poemas, sintiéndolos resonar dentro de sí según las cuerdas íntimas que pulsen en su interior, hasta más allá del mismo texto, que sólo será un medio para intentar su propia aventura, su profunda experiencia de conocerse a sí mismo a través del poema y de ahí, aquello que como un mandamiento, Emerson pontificaba: “Insiste en ti mismo. Nunca imites”
E interpretando la teoría emersionana, Harold Bloom (3), traduce < de lo que su citado menciona>,”...el alma sólo conoce el alma...”, coligiéndose que: ”el lector sólido y el poeta sólido, sólo conocen la lectura sólida que es un acto de relación, un concepto de suceder y no de ser”
¿ Y por qué de todas estas alusiones y citas?. Porque la poesía de Reynaldo Sietecase, con todas la influencias que no desconoce de un Gelman, Paz y tal vez también de André Bretón en su poema “Amor libre” u otros autores que frecuenta, se reconoce en ellos tanto como se reconoce en quienes no olvida, esos “muertos, suicidas y exiliados”, que se lo impiden, porque, fundamentalmente nuestro autor tiene ese sentido de la tradición que tanto valorara Elliot en aquel ensayo: “La tradición y el talento individual”, en el que, entre otros conceptos aún vigentes, dice: “...el sentido de lo histórico, que pudiéramos considerar casi indispensable para quien desee ser poeta después de los veinticinco años, y ese sentido de lo histórico no sólo significa una percepción de lo pasado, del pasado, sino de su presencia; el sentido de lo histórico, obliga al hombre a no escribir meramente con su generación metida en la sangre( y ahí está Sietecase diciendo que aunque no padeció cierta temporalidad, no por eso la olvida ni deja de asumir), sino con la sensación de que la totalidad de la literatura de su país, tiene existencia simultánea y crea un orden simultáneo...”
Sobre ese carácter de simultaneidad, también nuestro autor, sea él conciente o no, hace reverberar tal aspecto cuando, anulando la temporalidad, el hoy; años de menor oscuridad que el o los referidos en su primer texto, asume estar comprometido sin la facilidad de hablar: “...recostado en el tibio bastón de la ira/ o sostenidos por los tremendos andamios de la amargura/....”, porque es hoy sí, el tiempo de conformar la historicidad con el presente y con el pasado, que pierde su condición de tal, al plasmarse en poesía de pleno rigor testimonial y atemporal, tal como tiene aún hoy vigencia, la guerra de Troya o cualquier hecho histórico que no por pasado, ocurre al olvido. Ahí hay una función de la poesía .
Por último, digo con H. Bloom que “la crítica no es una ciencia, es como una usurpación de lo que un poema le dice a una persona que lo interpreta o reinterpreta y de ese modo lo transmite”.
Poesía directa, crítica veraz en su prólogo cuando ajusticia que: “...sin las llamas/ del verbo...”, la poesía es retórica vana.
Lenguaje entendible y propuesta: “Que la poesía compañeros/ todo lo cambie”.
(1) “La dictadura del pan”, de R. Sietecase, Ed. Graf Americana, 1984(Poemas de
1979 a 1984), Rosario.
(2) Poema ya publicado, contenido en “Poemas por América” Ediciones Juglaría, 1985, Rosario.
(3) “Los vasos rotos” de Harold Bloom. F.C.E. México.
Nota aparecida en el Diario “
La Capital”, de Rosario, del 23 de Agosto de 1987, Pág. 35.
El porqué de transcribir esa nota se debe a que esta antología ( de una factura editorial destacable, se trata de un tomo de poesía de 230 páginas de excelente papel, diagramación , tapa y cuanto detalle se busque)ha sido conformada con una gran mayoría de los textos aparecidos en “Y las cárceles vuelan” que supra comento, “Cierta curiosidad por las tetas”, “Instrucciones para….”, “Fiesta rara”,”Pintura negra”,”Hay que besarse más”, el reciente “Mapas para perderse” y Poemas inéditos, estos últimos, los de mayor carnadura personal que en tanto desconocidos hasta ahora, vale incluir uno, al menos, en este comentario.
Lágrima del cielo
Latido enloquecido/Delicada presencia/Tum tum del arcoiris/ Aleteo del aire/ Dios diminuto de los guaraníes/ Insignia americana/ desde Alaska a Tierra del Fuego // Antiguo mensajero/ Celebración del viento/ Sos el pájaro más niño/ Tucusito/ Picaflor/ Corazón de gigante/ Colibrí// Espero tu visita cada tarde/Ladrón de néctar/Visitante ilustra del jardín/Sombra pirata bajo el mandarino/ Ante el vuelo atrevido/ las flores abren/ sus piernas con delicia// Elfo de las abejas/ Campanita esmeralda/ Lágrima del cielo.
Huelgan comentarios intelectuales o análisis semiológicos.La poesía está en esos y los demás versos de Sietecase. Están invitados.
Y un reconocimiento especialísimo para el poeta que edita este libro, Javier Cófreces.
G.I.