Revista Internacional de Poesía : "Poesía de Rosario" Nº 20
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  COMUNICACIÓN CON EL EDITOR
CAROLINA LIEBER
Los diez poemas que integran Progresión del paisaje
se erigen en una unidad lírica coherente que convoca
al deleite de los sentidos y del intelecto. Escritos en
un ritmo versal que cifra el latido de la tierra, y codifi
cados en un repertorio de signos naturales, son la
crónica de un viaje a través de territorios arcádicos y
escenas idílicas cuyo destino último es el regreso a la
unidad del ser, a la forma primigenia. Tadeo P. Stein
avizora los misterios que se ocultan tras las piedras,
montes o cerros y los ofrece, confi ando en el ingenio
del lector, en didascálicas metáforas, única forma capaz
de trasmitir los mensajes de la revelación.
La lúcida asimilación de los aciertos de los grandes
poetas permite al escritor la utilización hiperbólica
de las formas tradicionales del Siglo de Oro y se
refl eja en su capacidad de resignifi car y enaltecer metros
olvidados.
Progresión del paisaje presenta un peregrino errante
de arcanas extensiones que principia su recorrido
en una tierra yerma, donde los vientos encargados de
reunir las nubes para que se apresten las lluvias están
encerrados en viejos odres. Pero el estiaje es transitorio
y el camino que recorre este canto pronto nos
conduce a la radiante estación fl orida.
En la segunda estancia de la progresión, en Mirafl
ores, nos encontramos con un paisaje vivo, fertilizado
por las lluvias y poblado de aves; las imágenes se
vuelven serenas y rememoran las apacibles escenas
pastoriles de los poetas áureos. La tarde clarea luego
de la lluvia. En el ambiente purifi cado sólo los nogales
permanecen marchitos, transmitiendo un dejo de
melancolía y cifrando los antiguos y futuros tiempos
de sequía. Al caer la noche se reviven los misterios
eleusinos, el sustancioso cerdo sacrifi cado a Deméter,
el fuego, el kykeon y el ilapso.
El grano seco que gime y sueña en la aridez del
paisaje, seguido del resurgir vegetal, o los cíclicos
cambios que anualmente se avistan en la naturaleza,
han dado a los bardos inagotable material de creación
y en torno a este misterio ha surgido una serie de mitos
y leyendas a los cuales alude el poemario. Frazer
observa que los hombres primitivos practicaban ceremonias
y recitaban conjuros para hacer que lloviera,
que saliera el sol, que nacieran los frutos, pero luego
supieron que las estaciones no eran simplemente el
resultado de sus ritos mágicos, sino que alguna causa
más profunda, algún inmenso poder estaba detrás
del cambiante escenario de la naturaleza; entonces
imaginaron el crecimiento y decaimiento de la vegetación
como efecto del incremento o decrepitud de las
fuerzas de ciertos seres divinos, de dioses o diosas.
Recordemos la historia trágica y ritual de Deméter y
Perséfone, así como las de Dionisos, Isis, Osiris y Tlaloc,
que refl ejan la cíclica decadencia y revivifi cación
de la vegetación puesta en escena en el poemario de
Stein.
En el breve y condensadísimo poema liminar se
anuncia el descenso del vate a las fauces de la tierra.
Las visitas al reino de los muertos tienen una gran tradición
en la literatura: Orfeo, confi ado en el son melodioso
de su instrumento, bajó a los infi ernos, aunque
sin suerte, para rescatar a la sombra de su esposa; Teseo,
Pirítoo y el gran Alcides también se adentraron
en los dominios de Plutón. Tal vez el más memorable
fue el periplo de Dante, o el de Eneas, quien recorrió
el infi erno luego de que las palomas de su madre lo
condujeran a la rama dorada, bastón útil y guía luminosa
entre la sombras.
Los descensos al inframundo, como los de Dante
y Eneas entrañan, además del renacer de la tierra,
una purifi cación para el camino ascensional. De esta
manera el peregrinaje de Progresión del paisaje dialoga
con las obras de las corrientes iniciáticas en las que la
visita al reino de los muertos se relaciona con la iniciación
en los misterios menores antes de penetrar en
los superiores o espirituales.
La naturaleza será el albergue que acogerá al poeta
durante su viaje. El paisaje debe responder al misterio
de la belleza encerrado en lo que aún no ha sido
creado: «la corola intuyendo el modo de ser la pompa
alada», la fl or antes de ser fl or, los «frutos venideros»,
el alba antes del amanecer. La tierra se ha cargado de
sigilo y enigma y es a ella a quien inquiere. La gota
de rocío, el estero, las piedras, las quebradas son porciones
de una naturaleza animada y erigida en señas.
Stein ingresa a la dimensión de lo telúrico pero no
como anécdota pintoresca sino como búsqueda de la
forma arcana y heráldica.
El camino ascensional, sin embargo, no puede
completarse: ha llegado al círculo del sueño y el peregrino
no se ha soltado del estambre; debe regresar
a su morada sin respuestas. Marzo ambiguo indica el
fi nal del recorrido. Sin rimas ni plegarias, ante la imposibilidad
de la revelación, la copla enmudece, pero
hasta que un nuevo canto se escuche continuará su
reverberación en eco.
Carolina Lieber
 
   
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